viernes, 21 de junio de 2013

LA ALIMENTACIÓN INTELIGENTE

      Una nutrición adecuada que incida de manera directa en una salud global productora de bienestar, de energía y de expectativas de vida gratificantes implica una alimentación inteligente donde el consumo de determinados alimentos se incentive a la par que un estilo de vida que produzca un equilibrio entre las funciones que desarrolla el cuerpo y la mente.
      Porque si bien es  cierto que no existen alimentos que generen inteligencia no es menos verdad que algunos incentivan el funcionamiento neural y pueden incidir en un mayor rendimiento cognitivo, en una menor oxidación cerebral, en una mejora en los mecanismos del funcionamiento de la memoria o en una aportación adecuada de agua y glucosa, dos componentes esenciales del cerebro.
      El equilibrio en la ingesta de nutrientes determinado por la edad física y mental con la que se cuenta, el grado de  actividad que se desarrolla, el metabolismo y las situaciones de riesgo como el estrés es prioritario para conseguir un correcto desarrollo de todas las funciones cerebrales y una adecuada configuración del sistema nervioso central.. Por esta razón es importante que exista un aporte alimentario desde el desayuno hasta la cena donde la combinatoria de alimentos proporcione la cantidad necesaria de hidratos de carbono, proteínas, calorías, vitaminas, minerales, fibra y agua necesaria para un buen funcionamiento cerebral.
     El exceso de aditivos de las bebidas gaseosas repercute de manera negativa en la atención y concentración de los niños, la insuficiencia en el aporte de glucosa a primera hora de la mañana en el rendimiento escolar de los niños y  adolescentes y en el rendimiento laboral y la incidencia de accidentes laborales de los trabajadores, el déficit de vitaminas del grupo B cómo el ácido fólico provocan la incorrecta configuración de los neurotransmisores, la falta de ingestión de vitamina C aumenta la propensión a sufrir accidentes cerebrovasculares.
     Por esta razón es necesaria una alimentación inteligente que nos proporcione los elementos esenciales para que nuestro cerebro no solo funcione bien sino que también se mantenga joven para enfrentarse con mayores garantías de éxito a enfermedades y lesiones y para que una mente sana interaccione con un cuerpo igualmente saludable que le permita desarrollar su actividad a pleno rendimiento.

 Una alimentación inteligente se sostiene sobre los principios del siguiente decálogo:

        1)      Conocer mediante un test farmacológico exhaustivo qué alimentos nos sientan bien y cuáles no y evitarlos en la elaboración de la dieta.
         2)      Desarrollar una actividad física proporcional a la ingesta de hidratos de carbono y azúcares. Evitar en lo posible el consumo de azúcar blanco refinado, los picos de glucosa y la ausencia de fibra, mínimo 32 mg por día.
       3)      Comer en franjas horarias determinadas, con tiempo suficiente para hacerlo y con compañías que propicien el diálogo o cuanto menos no resulten hostiles.
        4)      Abstenerse de toda medicación no prescrita por un galeno así como de dietas no dirigidas por un endocrino,dietista o nutricionista.
        5)      Incentivar el consumo de semillas ricas en vitamina E que previenen el deterioro cognitivo durante el envejecimiento, cereales integrales que mejoran el sistema cardiovascular, frutas, verduras y alimentos no procesados.
       6)      Simplificar la elaboración y los ingredientes de los distintos platos intentando que conserven las propiedades salutíferas de los alimentos crudos y que su combinatoria se encuentre reducida a la mínima expresión. Primar la calidad sobre la cantidad, lo natural sobre lo artificial, lo de temporada frente a lo que no lo es.
       7)    Reducir de manera significativa el consumo de sal y realzar el sabor de los platos con hierbas, especias, raíces, flores y frutas y la ingesta de azúcar y sustituirla por alimentos naturales dulces como el plátano.
       8)      Dormir las horas suficientes con una rutina que propicie un descanso adecuado y donde los periodos de vigilia y sueño no se consigan de manera artificial o como consecuencia de la ingesta de sustancias estimulantes o de medicamentos.
       9)      Incrementar el consumo de té verde pues sus polifenoles son un potente antioxidante, de cebolla que es uno de los alimentos más completos para la prevención de enfermedades, de ajo el anticancerígeno natural más potente que existe, de regaliz que es un completo antivírico y de jengibre que favorece el funcionamiento del páncreas. Controlar una hidratación adecuada y un consumo responsable de agua sin déficit ni excesos, entre 2 y 3 litros por día.
       10)   Desestimar por principio cualquier alimento procesado que en su composición tenga más de tres sustancias aditivas que comiencen por la letra E.

       Taller práctico

Durante dos semanas incluya en su alimentación los siguientes elementos para conseguir un suministro de nutrientes más inteligente:  a) Una manzana nada más levantarse, el ácido ursólico fortalece la musculatura e inhibe las formación de tejido graso o un cuenco de arándanos que protege el cerebro del estrés oxidativo, b) Un tentempié a media mañana compuesto por seis frutos secos puesto que son ricos en ácidos grasos omega 3 y 6 imprescindibles para las funciones cerebrales y la agudeza visual, c) En la comida principal un plato que contenga ajo o cebolla, d) A la hora de merendar un yogur desnatado porque reduce los valores de colesterol sanguíneo, e) En la cena tres veces por semana un pescado azul, por los ácidos grasos polinsaturados con los que cuentan con perejil o cilantro, por la gran cantidad de vitamina A y C que poseen y un tomate al natural porque contiene licopeno y este es un potente antioxidante.

sábado, 1 de junio de 2013

El estrés, la bomba de relojería del cerebro

Vivimos como el apresurado conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas corriendo sin parar y, muchas veces, sin tener claro hacia dónde. Cada cambio nos agobia, la toma de decisiones nos invade contra-reloj y hasta los tiempos de ocio, como los de la Navidad, nos acechan con jornadas maratonianas.
Hoy conocemos que el estrés o vivir agobiados por el transcurso del tiempo mata tanto como el tabaco y el cáncer juntos, pero no por ello buscamos solución a esta fiebre vertiginosa donde faltan horas al día y segundos que escatimar al sueño.
En los pacientes con ictus cerebral, infarto de miocardio o angina de pecho existe un alto porcentaje que sufre estrés y no le da la importancia que debiera. Como tampoco se la da la sociedad que les impulsa a un frenesí sin límites, con actividades de todo tipo, vivencias de todo género, experiencias variopintas.
La vida, como decía John Lennon, es lo que nos pasa cuando estamos ocupados en otras cosas. Dicho de otra manera, con tanto empeño en vivir al filo de la navaja estamos desperdiciando los tiempos muertos y los de silencio, la reflexión y la crítica, el compromiso y el pensamiento, la capacidad de sentir y de transmitir lo que sentimos, de disfrutar un recuerdo; en definitiva, de la propia conciencia de estar vivos.
Vivir mirando el reloj, sufrir la conciliación entre la vida familiar y la profesional como una carrera donde existen demasiadas prioridades, puede acarrear trastornos psicosomáticos (úlcera, eczemas, dermatitis, colon irritable, gastritis, migrañas, asma, etc)  depresión, fibromialgia, insomnio y  propiciar la aparición de la demencia senil y el alzheimer a tempranas edades.
El estrés produce desconexiones a nivel cerebral y, por tanto, propicia la falta de conexiones sinápticas adecuadas para el buen funcionamiento del sistema nervioso central y para la formación de ideas y pensamientos. Además, influye en el hipocampo y dificulta la atención, la concentración y la memoria. También son nocivos sus efectos para la amígdala cuando gestiona la producción de las emociones.
Los que trabajamos con la capacitación de personas, el desarrollo de habilidades intelectuales y la prevención de enfermedades cerebrales sabemos que las prisas, el apurar hasta el último segundo y pretender llegar a todo son tres factores determinantes para la producción de enfermedades mentales, para la rápida destrucción de los telómeros (extremos de los cromosomas) y, en consecuencia, para un envejecimiento acelerado y prematuro.
Acabar con el estrés pasa por distintas estaciones de peaje y de nosotros depende pagar el precio que supone la libertad, que no es otro, que carecer de algunas cosas para andar sobrados del disfrute de aquellas con las que contamos:

* La primera es darnos cuenta de que sólo se vive una vez y aprovechar cada acontecimiento que nos sucede, tanto los buenos, porque  reconocen nuestro valor  y elevan nuestra autoestima; como los malos, porque nos enseñan y dan sentido a lo que merece la pena.
*La segunda es no competir con los demás, sino concurrir, porque si andamos pendientes de ver qué  tienen ellos, perdemos un tiempo valioso en la búsqueda de nuestro mejor yo.
*La más importante, dar cada día un paso más hacia un estilo de vida que implique ralentizar el ritmo.

El contacto con la naturaleza es esencial en la prevención del estrés. Los científicos están comenzando a estudiar la relación del mar con el cerebro, lo provechoso que resulta vivir cerca de él, ya que equilibra el funcionamiento de los dos hemisferios cerebrales, reduce el impacto en la destrucción de los telómeros y propicia una mejora en el funcionamiento de las sinapsis.


Taller práctico

Cada día:

a)    Deja unas líneas en blanco en tu agenda y, si te agobia verlas así, escribe: tiempo para mí. Piensa en qué te gustaría emplear ese tiempo y, dentro de esa franja, no caben los deberes, ni las tareas inacabadas, ni adelantar acontecimientos. Es igual que sea una hora o diez minutos, pero en ese espacio intenta vivir a cámara lenta, respira hondo y profundo, decide si quieres compartirlo con otros, ocuparlo en algo o simplemente no hacer nada. No planifiques ni intentes controlar lo que sucede.

b)    Suelta lastre. Proponte decir “no”. A una tarea profesional que no te compete, a una persona que te compromete a hacer algo que no quieres o a comprar una cosa que realmente no necesitas.

c)     Atesora momentos: Di “sí”. A pararte y escuchar a alguien que te parezca interesante, a disfrutar de un olor o un sabor, a buscar una nueva utilidad a algo que parece inservible.


d)    Lee y piensa: Dedica al menos cinco minutos a leer un par de líneas sobre algo interesante, un descubrimiento o teoría, una forma de vida distinta o una cultura diferente. Piensa cómo te afecta, qué te aporta e intenta retener en tu memoria esa opinión, porque te ayudará a necesitar menos tiempo para decidir, porque cuanta más información procesamos menos tardamos en formular ideas.