Ahora que los efectos devastadores del tsunami arrojan con claridad sobre la magnitud de las cifras del desastre la impronta de la desolación y que empezamos a ser conscientes de la importancia de la tragedia nuclear, con el cuerpo temblando mientras analizamos la relevancia de los vertidos sobre todo de plutonio y el alma fija en la gesta de los técnicos y responsables de la central nuclear jugándose la vida en un espiral de muerte. Ahora que el agua, el aire, los alimentos, los refugiados y la resignación son puntales sobre los que preguntarnos qué estamos haciendo con el mundo en que vivimos. Mientras suenan los truenos de otras guerras y buscamos las piezas tecnológicas de un puzzle cebado de consumo.
Cuando las crisis provectas inyectadas por los bancos, cuando las ideologías vacías de los políticos y las voces no dan paso a la palabra. Cuando queman en petróleo las realezas los privilegios y en los desiertos retumban los truenos de las lenguas de fuego. Es preciso estar más que nunca con la fuerza de un pueblo que no se doblega ni ante el dolor no provocado ni ante las inclemencias de una naturaleza devastadora ni ante los buitres carroñeros que especulan con desgracias ajenas. Y desde Sapientec estamos con Japón y sabemos que pronto sobre Honsu volverán a florecer los cerezos.